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Mostrando las entradas de octubre, 2012

¿Por qué paraste de pensar?

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"La complejidad es una palabra problema y no una palabra solución. No se trata de tomar la ambición del pensamiento simple de controlar y dominar lo real. Se trata de ejercitarse en un pensamiento capaz de tratar, de dialogar, de negociar, con lo real"  (Edgard Morin, 2003) "¿Adivine qué?" "¿Qué?" "Aprendí a entrar en mi sentido común cuando mas lo requiero, de manera que ahora pienso antes de actuar", sonreí mientras comentaba con mucha emoción. "¿Cómo fué?" "Que todo esta mas claro desde que logré aplicar el sentido común a cada acción que entra por mis venas y que se despliega en cada remo del bote que carga mi razonamiento", repliqué mas confusa de lo que originalmente estaba. "Déjame ver si comprendo. Me dices que normalmente tu sentido común esta de vacaciones, porque te complica la razón, y que solía andar en algún océano lejano visitando alguna memoria o trastorno, mientras que ahora, después

¿Por qué escribo?

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            Me gustaría escribir algo diferente. Varias historias a la vez, sin tener coherencia en el desarrollo del escrito. Sin pensar mucho las cosas, dejando fluir todo lo que pienso. Pero desgraciadamente este lápiz no se mueve solo; no funciona así. En mi cabeza se almacenan las experiencias en pequeños recovecos que tengo que redescubrir a medida que voy abriendo cada archivo. Entre cada abrir y cerrar, siento que vuelvo a experimentar aquel momento, ese preciso momento en el que creo que tengo la mejor idea de todas, y que todas las demás jamás serán igual de divertidas o confusas. Lo suficientemente confusas como para captar la atención del lector, pero no tan confusas como para perderlo en mi laberinto cerebral.  “Oye, ¿Botaste la basura?”, interrumpió mi madre sin dejar que el pensamiento fluyera.  “Voy ahora.”, respondí sabiendo que ahora podría ser ya mismo o nunca. “Bueno, pues acaba y hazlo, que la basura no se vota sola.”, interrumpió nuevamente mi madre, c

Eres porque...

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“Eres porque quieres, porque actúas, porque vives, porque rimas y te enfangas”, repetías constantemente sin brindar ningún tipo de coherencia o cordura a tu ser. “Eres porque quieres, porque actúas, porque… ¿te enfangas?”,   nuevamente, enfocado en tu absurda y perversa rima; sofocándote con esas ideas pendejas de ser y no ser. “Eres porque… ¿por qué actúas?”,   y en ese preciso momento te callas. Sin saber que más decir, sin saber si existir o desistir de la idea; si embarrarte descalzo en el fango que llamas tierra o cobijarte bajo esas alas que llamas esperanza.           Llevabas un maletín debajo del sobaco, pretendiendo estar ocupado, como si te encaminaras desesperadamente a algún tipo de reunión. De momento,   la dama vestida de blanco y zapatos del mismo color, notó que te dirigías (más nervioso de lo usual) al mismo casillero que visitabas todos los viernes a las 9:00 de la mañana. Ella (que viste de blanco para combinar su uniforme con el cuarto de interrogatorio),

Emanuel

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“Emanuel… ¡ EMANUEL !” – gritaba su padre con la misma tonalidad que utilizaba al llegar de su trabajo. Gabriel intentaba concentrar todas sus fuerzas en cada paso que daba, mientras dejaba un rastro de evidencia de camino al cuarto de su hijo. Cada doce pulgadas que avanzaba se convertían  en una experiencia nueva, como si el piso temblara al son de un terremoto. Emanuel apretó con todas sus fuerzas a Maximiliano de Jesús y se escondió debajo de su cama. Entonces la ausencia de luz se apoderó del escenario. “Halen las cadenas, abran las compuertas y denle paso a Sir Maximiliano de Jesús” - gritaba el bufón mientras el público aplaudía y se regocijaba. Sir Maximiliano lucía una lujosa y brillante armadura mientras cabalgaba hacia el centro del Coliseo saludando al público. Cuando de momento, se escuchó un chillido tan agudo como el del Tren Urbano cuando anuncia su llegada a la parada más cercana. Se trataba de Garvier, un dragón de siete cabezas, tan negro como el gato de