Como si fuera ayer
Eras el atardecer de las mañanas. Definida por labios gruesos, nariz inimitablemente perfilada y una mirada adiestrada a ser sumamente selectiva. El paraíso no sabía cómo vestirse para combinar con tus ideas. Medio suicida y paranoica, pero siempre fiel y colorida. Cabían racimos de tulipanes en tus sonrisas. ¡Como danzamos aquella noche al son de la luna! Entre aquellas baladas te encontré. El viento acariciaba nuestras sombras. Éramos uno en el tiempo y dos en movimiento. Robusta y de caderas curvas, suficientemente anchas como para un agarre firme. Siempre felizmente ajetreada, pero te expresabas en movimientos no verbales sumamente románticos. En ocasiones me preguntabas, ¿ Por qué no existen las almas gemelas ? A lo que yo te contestaba, “ Porque después de un siglo pocas almas duran sin conocerse.” Apenas llevaba un cuarto de siglo vivo y no dejabas de sorprenderme. Entre algunos besos cal