La importancia del primer día de clases
A lo largo de la
historia el primer día de clases ha sufrido una serie de cambios importantes.
En algún momento dado fue concebido como “el
día”. Ese día en el que ibas a conocer gente nueva en la universidad. Ese
día en el que ibas a ponerte al corriente de los prontuarios. Ese día en el que
ibas a conocer cuáles serían las temáticas a tratar durante el nuevo semestre
académico.
Además de esto,
podías apreciar y adecuarte a las diversas personalidades del espacio
universitario e informarte sobre posibles actividades extracurriculares. En fin
ese era el día que marcaba el principio de “algo
interesante”.
Durante este
inicio de clases he podido percibir cierto cambio en esta dinámica. Claro está,
no es un cambio que haya surgido de la noche a la mañana, pero sí resulta un
fenómeno sugestivo. Es cada vez más notable cómo el alumnado ha decidido, libre
y voluntariamente, retrasar ese “primer día de clases” (a base de ausencias
sistemáticas) e incluso reducirlo a “si
lo único que se hace es leer el prontuario y más na’”.
He aquí el punto
fundamental de este relato…
Es durante este “fatídico” día en el que algunos/as, muy pocos profesores/as, o
mejor dicho, educadores/as decidimos entablar ese diálogo inicial con nuestro
alumnado.
Una conversación
que trata de temas fundamentales que se esconden tras preguntas de apariencia
sencilla como: ¿Por qué están tomando
este curso?, ¿Para qué les sirve esta
asignatura?, ¿Qué estudian?, ¿Para
qué lo estudian?, y más importante aún,
¡¿Por qué estudian?!
Ante este
bombardeo de preguntas, en ocasiones molestosas, sorprenderá la diversidad de
respuestas con las que nos topamos. No obstante para efectos de este pequeño
escrito bastará con centrarnos en la última: ¿Por qué estudiamos?
Curiosamente,
parece haber un consenso indiscutible al momento de contestarla. Incluso
parecería que señalan al unísono “¡Pues
para aprender!” Resulta clarísimo, sino es para aprender, ¿para qué más
asistiríamos a la universidad?
Acto seguido el
profesor, o sea yo, disparo mi siguiente acertijo... ¿Y qué es eso de aprender y para qué sirve? Aquí ya las respuestas
se tornan un poco más diversas y suenan algo como “pues porque si uno no aprende no crece”, “si uno no se educa uno no es
nadie en la vida”, “si no, no voy a conseguir trabajo”, y la máxima de
todas “para tener una vida buena”.
Ahora bien, las
preguntas que le hago a usted lector son las siguientes: ¿Acaso ser alguien en la vida está ligado a un beneficio económico?
¿Acaso tengo la mente tan pre-juiciada que creo que mis alumnos sólo
se refieren al aspecto económico de su existencia? ¿Acaso es la educación un trampolín hacia el éxito? ¿Acaso deja de ser
importante la educación en sí misma?
¡Pero… ¿y
este mar de preguntas?!
Ciertamente éstas
son solo algunas interrogantes que me gustaría hacerle y por supuesto espero
que se anime a contestarlas a través de este blog.
Fuera de esto quisiera presentar mi punto de
vista sobre esta actividad humana tan enriquecedora y el proceso que, en mi
opinión, debe caracterizarla. Considero que es una práctica muy personal que se
fundamenta en el amor, en la solidaridad, en el respeto y en el interés supremo
de lograr que los demás seres humanos mejoren y maximicen sus potencialidades.
Es, el educar,
un proceso dialógico en el que los participantes -todos los participantes- tienen algo que aportar, algo que aprender
y algo que enseñar. Es un conjunto de interacciones que nos permiten expandir
nuestros horizontes. Unos horizontes que no deben estar delimitados por pruebas
estandarizadas y que deben ser valorados acorde a cada individuo y contexto
sociocultural.
En fin, educar
es un compromiso tanto tácito como expreso entre educador y educando. Entre dos
seres humanos que se respetan, que se admiran y que desean construir saberes
juntos. Unos saberes que son útiles, pertinentes y enriquecedores.
En otras
palabras, la educación no puede ser entendida como un medio para adquirir
determinado estilo de vida. Más bien debe ser entendida como una práctica de
vida que te permite vivirla y entenderla mejor.
Escrito por: prof. Víctor A. Meléndez (hacer click en el nombre para ver su blog)
Comentarios
Publicar un comentario