¿Por qué escribo?
Me gustaría
escribir algo diferente. Varias historias a la vez, sin tener coherencia en el
desarrollo del escrito. Sin pensar mucho las cosas, dejando fluir todo lo que
pienso. Pero desgraciadamente este lápiz no se mueve solo; no funciona así. En
mi cabeza se almacenan las experiencias en pequeños recovecos que tengo que
redescubrir a medida que voy abriendo cada archivo. Entre cada abrir y cerrar, siento que vuelvo a experimentar aquel momento, ese preciso momento en el que
creo que tengo la mejor idea de todas, y que todas las demás jamás serán igual
de divertidas o confusas. Lo suficientemente confusas como para captar la
atención del lector, pero no tan confusas como para perderlo en mi laberinto
cerebral.
“Oye, ¿Botaste la basura?”, interrumpió mi madre sin dejar que el
pensamiento fluyera.
“Voy ahora.”,
respondí sabiendo que ahora podría ser ya mismo o nunca.
“Bueno, pues acaba y hazlo, que la basura no se vota sola.”,
interrumpió nuevamente mi madre, casi gritando en esta ocasión.
Luego de botar la basura, me volví a
sentar y recosté mis manos sobre el teclado.
“¿Donde me quede?”
Y como quien odia la lectura, vuelvo
a armarme de paciencia y a releer lo que había escrito. Sin ningún sentido de vergüenza,
pero con un poco de remordimiento. Una vez encuentro la llave que había
utilizado para abrir ese preciso momento, esa memoria oculta en el gabetero que guarda un
sentimiento, comienzo a atacar las teclas con cada dedo de cada mano.
“¿Por qué escribo?
“Para dejarme
escuchar. Porque tengo voz y mis ideas quieren volar, igual que el que tiene un
sueño y lo quiere lograr.”
Al fin y al cabo necesito una razón
para escribir. No porque sea necesario, sino porque me obligo a tenerla. Si no
tuviera una razón para escribir entonces no tendría sentido tener una razón
para vivir. Cuando algo te apasiona, ¿lo haces porque te gusta o porque
simplemente sientes la necesidad de hacerlo? Cada letra se dibuja por si sola y
a medida que avanzo me doy cuenta que a lo mejor, no habrá vuelta atrás. La
razón a este nivel ya está perdida. Solo se despliega el placer y el deseo de
poder hacerlo.
“Entonces, ¿ahora quieres
ser un escritor famoso?”
“No, ahora quiero ser
quien soy en este preciso momento”
“Me parece bien. Cuéntame,
¿cómo te van los estudios?”
“Todo bien”,
mientras sonrío y miento, vuelvo a enfocarme en lo que de verdad vale la pena
en este momento.Ese veneno que se propaga como un virus a través de mis venas,
esa epifanía de un ser que se apodera de mi espacio lingüístico y que narra la
historia sin miedo a ser juzgado o a juzgar.
Así
de importante es cada momento mientras escribo. Si cada escritor(a) en cada
parte del mundo se montara en su nave con un destino en mente, sin decir nada a
nadie, podríamos chocar en algún momento sin esperarlo. Porque el destino no
necesariamente va a ser el mismo, pero al menos cada uno(a) de nosotros(as) va
a luchar consigo mismo(a) hasta hallar aquello que vale la pena ser escrito. Hasta
que estemos satisfechos con el proceso de creación, y no con el escrito como
un todo. Sino que al haber tenido que luchar con uno mismo, y habernos superado
una y otra vez; terminamos logrando que el mundo imaginario crezca y se adapte en
un infinito constante.
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