La solución a la ignorancia
Me encargo, como de muchas otras cosas, de obtener
información de aquello que desconozco. No tiendo a realizar suposiciones sobre
temas en los cuales no me haya adentrado con algún artículo y/o mediante la
lectura de algún libro. Sin embargo, cometo el error de acusar a quienes no han
hecho lo mismo que yo; quienes han utilizado su opinión para establecer por
hecho que la verdad sale de las premisas que emiten los seres ignorantes y
pensantes.
Por otro lado, establezco hasta cierto punto que, mi
razonamiento para involucrar en este proceso a la muchedumbre no se basa en el
mero hecho de apuntar con el dedo a los culpables de nuestros problemas; sino
que más bien intento auscultar si tienen las agallas leer cualquier cosa (libro,
articulo, revista, comic, critica, blog) que contenga más palabras que un post
que vieron en Facebook o un meme que leyeron en su red social preferida.
Para esto, me inclino por esta invitación como un mero
esfuerzo para despertar de algún lugar la curiosidad humana que reside en lo
más profundo del pensar. Les invito a cuestionar y no a aceptar las cosas por
hechos o verdades simplemente porque lo dijo el experto en [cualquier profesión], porque
lo mencionaron en la radio o en la televisión, o tal vez porque lo publicaron
en el Wall Street Journal. El
cuestionar involucra el tener la valentía de preguntar el porqué de aquello que se ha dado por hecho, aún cuando quien
protagoniza el rol de educador posee grandes títulos, múltiples certificaciones
y cientos de publicaciones en su historial profesional (o Curriculum Vitae, como le conocen en la Academia).
Entonces, el cuestionar, conlleva un proceso interno en la
persona que emite una pregunta (rompiendo con sus estigmas, prejuicios,
limitaciones cognitivas, estándares sociales, aprendizajes, entre muchos otros
aspectos personales) al igual que un proceso externo para el educador, en el
cual se pone en riesgo la credibilidad, la experiencia y el profesionalismo del
receptor. El mero hecho de cuestionar involucra buscar una respuesta a aquello
que no ha sido preguntado, y convencer a nadie de que existe una solución y/o una interpretación única sobre el
tema que se está conversando.
[Debo
aclarar que, aún bajo un proceso de discusión, se debe mantener el respeto
mutuo entre l@s participantes, de manera que se pueda construir un conocimiento
mutuo y no meramente entrar en un “toma y dame” entre l@s involucrad@s.]
Ante este escenario, el convencimiento de involucrarse en
este proceso debe ser la misma inquietud de poner en duda aquello que es
certero. En palabras simples: el cuestionar nos lleva a aprender mucho más, que
escuchar y aceptar lo que nos han dicho como si fuera algo cierto. El leer para
cuestionar ilumina el proceso de creatividad en el desarrollo de la pregunta,
lo cual conlleva a su vez un auto-aprendizaje único. Esto podría ofrecer mayores oportunidades de
empleo y/o auto-empleo al educando, que el mismo proceso de involucrarse económicamente
en la obtención de un grado académico. Esto lo menciono conociendo y esperando
que alguien me cuestione este ensayo.
Pues al establecer que cuestionar es
importante para adquirir un conocimiento o un aprendizaje sostenible a través
del tiempo, no emito meramente un hecho, sino que invito a la discusión a tod@s
l@s que piensan que me equivoco. La
razón para presentar el cuestionamiento como una solución para la ignorancia
yace no en la acción de preguntar per se,
sino que surge de la dinámica de rebuscar información y tener la malicia para
distinguir entre aquello que nos embrutece y lo que nos hace formular una pregunta.
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