La dificultad de emitir un mensaje anti-demagogo
Esta semana he leído unas cuantas
“noticias” en uno de los periódicos más populares en Puerto Rico: El Nuevo Día.
Esto me ha llevado a reflexionar sobre la calidad de la información y la
cantidad de desinformación que se promueve en nuestro país. La demagogia
rampante, la ignorancia de los/as lectores/as, las críticas deconstructivistas, el continuo compartir sin
leer y la falta de análisis continúan acechando nuestra capacidad como seres
humanos…deformando nuestra intelectualidad, escabulléndose en el continuo
quehacer de hacer nada.
Aparenta ser que ha llegado a
nosotros el siglo de la desinformación, lo que presenta ser un nuevo reto tanto
para los estudiantes, como para los profesores. Y oriento con propósito el énfasis
en la academia debido a mi gran preocupación por lo que significa educación. Educación
es servicio a la comunidad, es proveer las herramientas que no tienen los más
necesitados para que puedan progresar aún
dentro de las condiciones que se encuentran. Pero más que eso, la educación es
un servicio que se inclina por el amor al prójimo, pues lleva un mensaje de
crecimiento y desarrollo para el educando, y un aprendizaje diario para el que
educa. Esto se puede ver diariamente dentro de un salón de clases, en el hogar
o en el trabajo. Educación cuando se
tornan conversaciones en pequeños debates amigables que fomentan la discusión respetuosa
de temas controversiales: política, religión, educación superior, creencias,
justicia, igualdad, entre muchos más. O educación,
cuando nos encontramos frente a una persona que nos reta y debemos aprender la
forma de cómo tratarla sin que se ofenda. Y educación, cuando nos percatamos de
lo mucho que hemos crecido y aprendido y nos inclinamos por educar a los demás.
Me entristece saber que, todavía en
el siglo XXI se dificulta grandemente conocer el significado de educación, y más
que todo conocer las necesidades de los estudiantes. Aunque en ocasiones las
instituciones de educación superior se han encargado de realizar ciertos
estudios para evaluar los perfiles de los estudiantes, o sus necesidades, se
tiende a tergiversar la misma información recopilada y al final se termina
haciendo muy poco con esto. A lo que me refiero es que, suele ser más fácil estudiar
una necesidad pero más difícil planificar el proceso para llevar a cabo la acción
que atienda la necesidad de los estudiantes. Entonces, se quedan estudiando los
retos y los factores que dificultan la graduación de los estudiantes, que fomentan
la deserción escolar y que aumentan el desempleo pero sin mirar más allá en búsqueda
de soluciones reales.
Eso me lleva a preguntarme lo
siguiente: ¿Por qué continuamos apoyando un sistema educativo que tiende a
aumentar la competencia y la individualización cuando podemos trabajar en el
aprendizaje colaborativa y significativo?
Y es que aparenta ser que los
intereses de las instituciones de educación superior van más alineados a los intereses
de sus líderes que a las necesidades de los estudiantes o el progreso de la
misma organización. Me baso en parte en el pensamiento retrograda, el enfoque aristócrata
y la finalidad lucrativa de las Juntas de Síndicos en algunas instituciones de educación
superior. Lo que a su vez desmiente el derecho fundamental a la educación, bajo
un ofrecimiento de servicios educativos que se entiende son sin fines de lucro,
y enfocados en sus principales clientes y consumidores: los estudiantes
universitarios.
¿Cuánto cuesta
sentarse a escuchar a un estudiante que tiene una dificultad específica y lo
que busca es alguien que pueda conversar con el/ella y darle un poco de dirección?
El espíritu joven del aprendiz
suele perjudicarse por la adoctrinación
de un sistema que no promueve nuevos conocimientos, sino que se remite a
estudiar el mismo silabo que estudió
hace 10 y 20 años, aunque lo hayan actualizado con algunos libros. No se
fomenta el uso de técnicas nuevas, ya que pueden atentar en contra de la atención
de los estudiantes. Y se continúa promoviendo un tipo de aprendizaje estándar,
sin trabajar en las posibles lagunas que estos tengan. La búsqueda de
soluciones se limitan a un escoge, cierto y falso o un pareo, y las preguntas
abiertas tienden a contestar más preocupaciones de los estudiantes que probar
que se ha adquirido un conocimiento básico del material discutido.
Todo esto en una continuidad, la
cual se espera que termine al cuarto año de estudios universitarios,
maquinizando su atención únicamente a su presencia en el salón de clases, en
vez de prestar atención a la ausencia de
los estudiantes debido a la ineficacia del docente al transmitir un
conocimiento o promover la participación en el salón de clases. La era de la educación
encasillada en memorización de conceptos y puros conocimientos teóricos ha
culminado. Ahora tenemos que comenzar a practicar el pensamiento holístico e
integrativo, a ver si dejamos de hablar de interdisciplinaridad y
transdisciplinariedad, y comenzamos a actuar desde múltiples disciplinas.
La dificultad de emitir un
mensaje anti-demagogo yace no solamente en la incapacidad de un lector que está
constantemente distraído, sino también en la competencia por la publicación de
otras lecturas que promueven la estupificación
y enganchan la inatención del que busca divertirse. Entonces, si el
entretenimiento y el embrutecimiento continúan reinando, la educación tiene que
ser ya más que un proceso de construcción del aprendizaje. Tiene que ser una
experiencia divertida para el alumnado, en donde aprenda a cuestionar y a
crecer junto a sus compañeros, y que a su vez permita la versatilidad de
distintos pensamientos, creencias y críticas para un cambio radical en la
manera de pensar. De esta forma, se
atienden no solo las necesidades, sino que también hacemos énfasis en los
significados que ocultan nuestras comunidades:
¿Qué significa ser puertorriqueño? ¿Por qué me quedo o porque me voy y
que implicaciones tiene esto? ¿Hasta cuándo la cultura puertorriqueña me
representa y cuando dejo de ser representado por esta? ¿Por dónde comienzo para
lograr un cambio? ¿Hacia dónde vamos? ¿Por qué no me quito y porque quitarse
tiene un beneficio implícito en volver a comenzar?
Aunque estas pueden ser una serie
de preguntas iniciales para promover un conversatorio entre distintos seres
humanos (sin títulos ni representaciones especificas), suele ser que las
preguntas tienen que venir de los estudiantes, de las comunidades y hasta de
las mismas necesidades que no se presentan en los periódicos ni en las agencias
de publicidad que intentan implantar una falsa necesidad. Por último, queda en cuestión
la preocupación por emitir un mensaje que llegue a todos los lectores. Y
sugiero, sinceramente, que se continúe con la crítica y la escritura rebuscada,
pero teniendo en cuenta cuales podrían ser los pasos para tomar acción. Este es
mi mensaje, y le invito de igual forma a cuestionarlo, a no entretenerse en
este, sino que a provocar su entusiasmo y seguir liderando su llamado interior
para el logro de sus metas personales y profesionales. Porque entiendo que solo
de esta forma es posible lograr un cambio.
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