Seamos
capaces
de actos prohibidos
y
de lujurias sexuales condenadas por los demás.
Nos
acompañan siempre en la sangre,
la
intolerancia a la estupidez,
la
agresividad controlada [y el superego fiel compañero],
y
un ambiente que se presta para actuar,
y
no volver a mirar atrás.
Somos
los nuevos vividores de las artes traicioneras;
por no seguir las reglas y obviar el camino lógico.
No debemos arrepentirnos al ser desconsiderado con los demás,
mucho menos al ser egoístas con nuestro
futuro.
Pues se presta para el control total,
cualquier asunto no pre-meditado
y más cuando nos rodeamos de seres
confiables,
pero desconfiados.
Llevamos viviendo épocas de líderes
que luchan por la justicia,
(como es su deber),
extenuados y desgastados,
y marginados por quienes no les
importa su ocupación.
Es
fácil abandonar lo que aparenta ser leal.
Lo
que se nos presenta en las mañanas [durante el desayuno],
y
en las noches [con los besos y abrazos,
para
compensar por el tiempo perdido].
Pero
no podemos desgastar aquello que amerita que se dialogue.
Que odioso podría ser aceptar,
que no estamos dispuestos a nacer
nuevamente,
a permanecer con la incapacidad de
aceptar nuestros defectos,
y deambular en ese estado hasta
descubrir una motivación duradera.
Después de todo, de esto vivimos, ¿no?
¿Será
que el aprendizaje se apremia por sí mismo,
y que no
somos compañeros de un curso en formación?
¿O más
bien un personaje en desempeño, formado por muchos y luchado ?
Seamos
pecado:
los
que no queremos cumplir con la palabra de otro,
los que deseamos algo más
que lo divino,
los que se prestan
para algo malvado
pero a la misma vez
considerando a los caídos que no triunfan bajo este dominio.
Seamos
feroces:
pues tenemos varias
opciones y no debemos descartar ninguna.
Luchemos por lo que habremos
de conseguir,
y no por lo que nos
han dado.
Pues la lucha nunca ha
sido prohibida;
ha sido descartada,
atrasando la
intervención de los que buscamos un cambio.
Aceptemos que otros
han sido afortunados,
pero sin envidiarlos.
Seamos un atardecer de flores
grisáceas,
que se distingan entre
el sol y el plano que sirve de escenario para una fotografía.
Esa distinción [descartada
e inusual] se apremia en los que sabemos cómo actuar:
Seduciendo a los
idolatras,
insultando a los
enmascarados,
persiguiendo lo desalojado
hace varias décadas,
permitiendo nuevos
encuentros.
Seamos respuestas a nuestros miedos:
caricias a nuestros
egos,
y comienzos a nuestras
vidas.
Seamos
aquellos que nunca serán recordados:
por hacer un huerto de
una cosecha ilegal,
por crecer en el
pensamiento libre
y no bajo el juicio
tecnocrático,
por poseer los guantes
y no el escudo,
por permitir un futuro
alterno.
¡Que
nadie se arrepienta de arrojar la primera piedra,
pues
en ella habita la desigualdad!
¡Que sea la lectura la que reine en
nuestro alcance
y no la falta de accesibilidad!
Seamos quienes permaneceremos
conscientes y pendientes a los cambios.
Para poder actuar,
movilizarnos,
luchar,
y no conformarnos.
Porque en la conformidad habita la
bestia irracional,
drogada
y alcoholizada en su propia tumba,
en
triunfos banales del infantilismo.
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