Homofobia


“Tienes razón. No debí haberte dicho eso”, mentía y caminaba, saliendo del aula.

          Estabas siendo testarudo y sabía que no ibas a soportar la verdad. Siempre te gustaba que te vistiera de pequeñas mentiras coordinadas para degustar tu amabilidad e ignorancia. Y aunque mentía, te seguía amando.

“Al fin comprendes porque lo digo. Es por tu bien, no por el mío”.

          Como siempre, desayunábamos, almorzábamos y cenábamos mentiras adobadas con una chispa de puertorriqueñismo y varias tazas de machismo. En nuestro caso, tu machismo y el mío diferían por nuestras convicciones políticas y religiosas.

“Eres mi pareja y reconozco que nuestras acciones implican nuestro bien, aún cuando estamos en desacuerdo.”

          Caminábamos por el mismo trecho que llevaba a nuestro hogar, un pequeño apartado ubicado en Miramar. Acariciaste mi rostro y me besaste antes de abrir el portón.
De momento, sentí como se desplazaba por la oscuridad un ser extraño. Luego, observé como el amor de mi vida escuchaba las últimas palabras de su vida. 

“¡Maldito maricón!”, el ser apretaba el gatillo y yo veía como la primera y última lágrima bajaba desde el universo ocular de mi pareja. 

“¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué odias irracionalmente? ¿Por qué…destruiste mi vida?”,  buscaba una respuesta entre lágrimas. 




“Porque corrompes con las estructuras sociales de lo que es un comportamiento adecuado. Porque manchas el nombre del hombre en Puerto Rico y destruyes la relación sagrada entre el hombre y la mujer. Te reprendo en el nombre de la Iglesia, y te arrebato al amor de tu vida para ver si empiezas a buscar de dios.”, respondió seriamente mientras besaba la cruz que colgaba de su cuello.

“Entiendo tu miedo pero no comprendo tus acciones. Destrúyeme a mi también que no puedo vivir sin él. Y no te preocupes que de camino al cielo voy a visitar a tu dios, que estoy seguro que es igual de homosexual que yo.”

          Me agacho para besar lo que resta de mi amado. 

          Se escucha un segundo disparo. 


"La tesis del origen biológico y esencialista de la homosexualidad siempre ha estado
atada al discurso de las minorías. Y dentro de ese discurso se espera la frágil aceptación
y el reconocimiento social por el que han luchado los movimientos homófilos desde
principios del siglo pasado. El argumento aquí es que los gays deben ser aceptados no
porque son libres de elegir su identidad sexual, sino porque no tienen otra opción que
serlo." 













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