El triunfo de Maria y sus allegados

El triunfo de María y sus allegados

La decepción,
el ultraje económico,
la enemistada soberanía política,
el mal juicio de los allegados,
la violencia autóctona;
todo a la vez,
desesperanzadamente,
todo, transformándose.

¿Para qué?
¿Para cuándo?
¿Para quién?
Si por el bien, nadie gana
y por el mal, todos triunfan.
El que fue testigo ayer,
hoy es víctima,
ejerciendo su fuerza rampante,
ahogándose en la soledad;
en la ineptitud perfecta,
de las palabras que logran nada.  

Los demás,
en el acopio veloz,
de los vientos que nos ahogaron,
se quedaron estancados,
en su dependencia masiva.
Los que no,
se fueron volando,
dejando a un lado su patria,
su nación,
su inalcanzable realidad.

En el altar,
nos destruyeron,
utilizando nuestras cenizas.
Convirtiéndonos en escombros.
Capitalizando en nuestras muertes.
Olvidando nuestras vidas.
Fueron ustedes,
espectadores,
en los medios y en las redes sociales,
desde sus hogares,
creyendo todas las mentiras. 

No hay perdón que perdone al que nos olvida,
ni infierno que cobije a tantos seres malvados.

Por si se les olvida,
les recordaré que aquí nacieron,
en Puerto Rico.
Donde vivieron sus raíces y cultura,
y murieron en el extranjero;
succionando al ELA a través de sus entrañas,
permitiendo la aberrada Junta de Control Fiscal,
huyendo de la verdad absoluta:
la gentrificación puertorriqueña

Si se ahuyentan porque les molesta,
socorra a sus santos a ver si los escuchan.
Que los guías están para ayudar,
aún a quienes han cometido actos kármicos,
que tendrán que remediar.

La vida continua,
sin nosotros,
con nuestras heridas,
en la recaída,
en altamar.

El Caribe no olvida la conquista.
Sus aguas la respiran diariamente:
            en la sangre,
            en el alcohol,
            en las cadenas,
            en las bestias andantes en la arena.
¡Somos colonias,
herederas,
triunfantes,
hijas del azote de la tempestad!
No dejaremos a la maldad entrar a nuestros hogares.
Escupiremos en su herida,
cegando su vista,
sanando a nuestros hijos,
creando condiciones legítimas.  

Y al encontrarnos en la perdición,
¡gritemos un ave Maria purísima!
Sin pecado concebida.
Con pecado entretenida,
en los medios de comunicación.


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