Despechos Innecesarios

"Es mi corazón una nave en el turbulento mar, desafiando la fuerte tempestad de eso que llaman amor." - Silvia Rexach-





Hablaba como cuando hablas contigo mismo. Sin emitir sonidos o gemidos. Hablando con tus pensamientos y con tu ser interno. Así conversaba.

“Ya sabía yo. La simpleza juega con la insatisfacción de necesitar algo más que el amor. Seamos realistas. Tú te cobijas bajo las pesadillas que habitan en tus entusiasmos y actúas bajo tus fobias atrofiadas. Eres sencilla y despiadada.”

Proseguía con mis tonalidades de incomodidad apaciguada.

“Yo no me atrevo a mentir. Hemos sido muchos los abusados y no queremos retroceder en nuestro camino hacia el amor. Yo remo en este bote para alcanzar la sinceridad que tanto he deseado.”

Ella me miraba. Tratando de adivinar las palabras que escondía detrás de mi mirada preocupada. Porque no se mentir, pero aprendí a callar desde muy joven.

“No sabría qué elegir, si tu verdad o tus mentiras. En finalidad, no sé diferenciar entre ambas. Entonces, ¿me ubicas o te desnudas?” Abusas de mi confianza. Porque no existen más hombres como yo. Porque ser caballeroso es un clasismo expirado y ser maltratante es un prohibicionismo acostumbrado.”

Sin poder deducir mis conversaciones, mi pareja se comienza a vestir. Se preparaba para salir. Pronto nos tocaba asistir a la gala anual de profesionales que esconden su capital entre sus amistades.

“¡Que celebración la que nos espera! Aquella que plantea las nuevas respuestas a las preguntas que nunca realizaste. Que sencillo pudo haber sido. Cuando te despistabas o cuando te preguntaba: ¿dónde te has ido? Cuando salíamos para conocernos, cuando conocernos no era suficiente, cuando ser suficiente aburría y tú esperabas encontrar un escape.“

Ya lista para salir, mi esposa me observaba sentado en nuestra cama. El olor que emanaba mi piel se mezclaba con mi perfume y con el olor a ron que se evaporaba a través de mis poros. Mi discusión no culminaba aún.



“Ese sol, esa luna, ese dios que tanto perdura. Los maldigo a todos  por envejecernos, por aliarnos sin querer embellecer un bando. Por ser creativos sin razón.”

“Que maldita es la traición. No cuando no la esperas, sino que ya la has ponderado, y por ser humano, honesto, sencillo o bueno, te destruyen por ser pendejo. En ese momento apocalíptico, me empapo de sabiduría. Seamos marchitados, entre la pobreza y la razón, entre la pasión y el amor verdadero, entre el sufrimiento y la capacidad de comprender el perdón.”

“Porque no existe ser más astuto que el humano, que es incordio y a la vez sensato. Se interesa y se deja perjudicar. No siempre a propósito. Solo entre sentimientos y emociones pasajeras.”

“Me atrevo a dedicar una poesía al espectro. A ese que no realiza lo que habla, que observa y emite sus comentarios. Porque sólo él sabe realmente que no hemos madurado. Y lo acepta. Nos calza en diferentes estilos y elegimos el formato más sencillo.”

 Al fin me pregunta: “¿Estás listo mi amor?”

Al asentir con mi cabeza, me percato de que mi cuerpo se traslada hacia el carro, mientras que continúo conversando y mi ser interno escuchando.

“Entre el poder y el haber no existe una distinción exacta. Se necesita poder haber escrito un laberinto para haber podido descifrar sus recovecos.”

“Al diferenciar fallamos. Es mejor ponderar, aceptar y renunciar al pensamiento sencillo y al compuesto. Identificar aquellos aspectos que te hacen decaer. De esta manera, podemos volver a volar y rejuvenecer.”


Ahora me percato. Al utilizar la llave para encender el motor del carro, todavía tengo el privilegio de besarla y agarrarle la mano. Ella sigue a mi lado. 



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