Josefina de la Paz




Nos encontrábamos en el salón de clases de la profesora Miguelina de Arco. Mientras Miguelina nos intentaba educar sobre la importancia de la ortografía, mis colegas de aula y yo nos compartíamos los escritos de la poeta Josefina de la Paz. Recordábamos como ella, a través de sus aventuras como mesera en un restaurante del Viejo San Juan, entonaba sus versos a la luz de la luna en sus breaks de 15 minutos. Y aunque no siempre escribía poemas, siempre dejaba su vida plasmada en sus escrituras:


“¿Cómo comenzaste a ser la persona que interpretas hoy en la vida? Me imagino que te enseñaron el camino de la amargura y del compromiso y no las vías hacia la compasión por medio de la esperanza. Con el tiempo identificaste alternativas viables para una mejor vida, pero el control y el miedo te mantuvieron atada. Esa mancha de amor siempre te ilusionó. Pero igual que las estrellas de nuestra galaxia, algún día perdió su brillo”

La verdadera valentía surge de la persona que identifica una forma para sobrepasar ciertos aspectos de su vida que le “limitan”. La limitación se construye desde la falta de identificación de tu propio potencial. De nacer y de crecer bajo una concepción de ser útil, productivo y servicial. Porque nos educan bajo un amor condicionado a la estabilidad económica y material.
Mi madre siempre decía: “Sin matrimonio no hay amor ni lealtad. Sin Iglesia no hay verdad ni fidelidad. Sin anillo no hay pasión ni compromiso.”

Si el servicio ecuménico (interesado y deshonesto) se ofreciera con amor, y no con culpabilidad ni castigo, podríamos ser respuestas y no ideales en nuestras vidas. Algunos pensarán que el amor ha sido reducido a un dogma de nuestra sociedad, cuando en realidad tiene la capacidad de convertirse en un compromiso social. El amor como puerta a una telaraña de posibilidades. Para perdonar con un abrazo, para felicitar con un beso, como empatía ante el desacuerdo e instrumento de unión y compañía; el amor hacia mí misma en tiempos de soledad. Siempre ha existido la capacidad de regalar amor y paz. Esto a menudo se nos olvida.


“¡Parece que la clase esta aburrida!, ¡¿o es que tienen algo importante que enseñarnos?! Si, hablo con ustedes tres: Alberto, Pablo y Francisco. ¿Qué es lo que comparten entre ustedes?” – exclamó la profesora interrumpiendo nuestra lectura.

“Nada profesora. Solamente compartíamos algunas de nuestras anotaciones ya que Pablo y Francisco estuvieron ausentes durante la clase pasada.”- le mentía mientras ocultaba nuestro tesoro literario.
“Bueno, si tienen alguna duda me la pueden consultar luego de la clase. Ahora atiendan que este material viene en el examen”

Luego de varios minutos retornamos a la lectura de Josefina. Esta nos intrigaba cada vez más por su forma extraordinaria de pensar. Sus palabras nos apetecían como meriendas filosóficas.


Mi padre era el “jefe” de la casa. Siempre con su frente en alto, aparentaba llevar consigo todos los secretos de la familia y a la misma vez reinaba con sus pocas palabras y su distanciamiento emocional. A veces lo notaba demasiado involucrado en su firma legal “Abogados de la Paz”. Pero aun así, nunca se le olvidaba recitarme diariamente la siguiente frase: Una educación de calidad lleva de la mano la llave para conseguir un buen trabajo. Un buen trabajo viene con un título y un estatus. Es necesario trabajar para sobrevivir en nuestra sociedad.

Pero, ¿qué es un “buen” trabajo? ¿Por qué y cómo se consigue? ¿Cuán relacionado esta con lo que te gusta hacer para “ganarte” la vida?

El primer error que podríamos cometer es asumir que existe un “buen” trabajo. El trabajo no necesariamente es bueno. En muchas ocasiones este causa estrés, angustia, quemazón, cansancio y suele ser la actividad que mayor tiempo consume de nuestras vidas.  También crea un nivel de dependencia físico, psicológico y emocional que se de-construye como un intercambio de la vida de una persona que persigue algún tipo de “seguridad” económica. Me parece que la palabra seguridad pierde su propósito cuando la mano de obra se hace tan fácilmente reemplazable como prender y apagar un interruptor de luz en tu propio hogar.

Si deseas  “ganarte” la vida, comienza por dedicar algunas horas de tu tiempo libre al trabajo voluntario. Inicialmente parece irreal trabajar para otro sin algún tipo de remuneración económica. Sin embargo, las oportunidades que surgen de las relaciones establecidas a través de las colaboraciones crean espacios de participación, lo que a largo plazo se traduce en nuevos métodos de convivencia socioeconómica. Por otro lado, si determinamos que nuestra meta es la competencia, entonces ganarnos la vida, se convierte en un determinante del tiempo como inversión de nuestra capacidad (limitada o explotada) y de nuestra humanidad mecanizada para su funcionabilidad.  


Culmina la clase de la profesora Miguelina de Arco y continuamos sentados leyendo. Nada nos interrumpe. Miguelina, sorprendida y atónita se acerca a nuestros pupitres y comienza a leer en silencio la lectura que tanto admirábamos.

“Josefina no es real jóvenes. Les cuento que la primera vez que la descubrí tenía aproximadamente la misma edad de ustedes: unos 23 años. Mi obsesión por sus ideas radicales y humanistas me desvelaban durante días a la semana. Por esta razón, me pasaba durmiendo en los salones de clase. Todavía desconocemos quien es el autor o la autora encargado(a) de la creación de este personaje. Aún así, les incito a que continúen con su lectura.” – y entre sonrisas, Miguelina de Arco salió del salón de clases recordándonos nuestra asignación para la próxima reunión.

      La propuesta sigue siendo la misma: la creación de tu propio funcionamiento dentro de la sociedad y el desvío al cumplimiento continuo de tareas pre-determinadas.  El emprendedurismo y el cooperativismo abren algunas puertas para las personas lo suficientemente creativas y atrevidas para retar el sistema capitalista tradicional. A través de la colaboración, la cooperación y el compromiso social se pueden crear nuevas relaciones que ameriten nuestro tiempo, nuestra capacidad y nuestra utilidad como miembros de nuestra sociedad. 

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