Notas sobre tu mirada

                                      


     No emitiste comentario alguno. Con una mirada insinuaste que yo sabía la respuesta a tu franqueza automatizada, descrita por tus iris y tus pupilas.

     Tal vez te pueda parecer que frente a situaciones como estas podría ser mejor dar la espalda. Yo prefiero aventurarme y perderme en tus ojos antes de concebir que el fracaso podría ser una opción.

Ambas miradas se apartan por unos segundos y vuelven a encontrarse.

     Y eso que no has leído ni el más mínimo detalle de mis emociones. Te regalo un universo a través de estos ojos postizos. La vida me ha hecho crecer, me ha hecho cambiar. Mis ojos siguen igual.

     Por eso es que no mereces juzgarme sin antes escuchar la cantidad de latidos del corazón que invierto en cada respiración para emitir varios sonidos coordinados que permitan formar una oración.

 Se nubla la vista del observador. Este pestañea dos veces y vuelve a buscar aquella mirada. En esta ocasión, los ojos de la persona observada se han movido en otra dirección. Aún así persiste la conexión.

     Parece que has perdido interés. La edad suele representar un prejuicio pre-instalado en el sistema operativo del ser cognoscitivo. Por eso no se pregunta la edad. Solo se observa y se asume una realidad mal concebida de la persona observada.

Suena el reloj marcando las 2:00 de la madrugada. Ambas personas permanecen en sus sillas. Se fijan en el sonido que producen las manecillas del reloj al moverse a través del tiempo.

     Llevamos dos horas sentados(as) en el mismo lugar. Cuando existen miradas tan profundas no hacen falta palabras. Esto es lo que no entienden algunas personas. Prefieren seguir las reglas de "cortesía" antes de observar y sentir el lenguaje no verbal que proyecta el ser interior de cada ser humano. Se recuestan de lo que saben y de lo que no quieren aprender. Representan una personalidad reconocida por la sociedad antes de mostrar la persona que realmente intentan ser.

     Por eso te respeto aunque realmente no te conozco. Tu mirada compasiva no emite juicio alguno. Simplemente pregunta y busca entender. No es devota de la cotidianidad. Me ofrece paz y tranquilidad. Gracias por este regalo. Puede ser lo último que me pueda llevar. 

Se escucha la voz de una señora que a través de un alto-parlante llama a uno de los pacientes ubicados en la sala de espera. Se levanta una de las dos personas y camina hacia la sala de emergencias. Lo último que se observa es el cerrar de las puertas. 


     Eres inevitable e inalcanzable. Por cada segundo que tu silueta se reflejaba en mi visión invertía cinco minutos buscando una explicación para no retirar la mirada. Este momento mágico lo aprecie desde el inicio hasta el final. Me hubiera gustado escuchar tu voz aunque fuera para decir "buenas noches", un "hola" o "espero que salgas pronto".

     Si aparté la mirada fue porque necesitaba respirar. Se me había olvidado lo que era sentirse observada y apreciada. Te deseo salud y prosperidad, pues tu me has ofrecido la capacidad de ser comprendida y no juzgada ni violentada.

     Tu sinceridad fue apreciada en cada palpar de mis pestañas. Ayer pasó a ser hoy cuando mi noche se paralizó por dos horas al perderme en tus miradas.

 Suena la alarma de la sala de emergencias. Anuncian el fallecimiento de una persona. En la sala de espera se abrazan dos pares pestañas mientras deslizan sutilmente varias lagrimas por las mejillas.

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